ANTONIO CABEZA RUIZ

De mi abuelo materno Antonio Cabeza guardo recuerdos bastante lejanos.

Murió cuando  yo tenía unos quince años, creo que fue el mismo año que nació mi hermano Gasparín.

Hombre de un  vozarrón que intimidaba.

De su personalidad tengo muchas referencias de personas mayores que le conocieron.

Supe que fue alcalde de Facinas durante algún tiempo coincidiendo con la guerra civil, que no fue un activista político y que era amigo de todos, de ahí que en ocasiones intervino para salvar la vida de algunos vecinos que podían ser víctimas de alguna de las partes.

Cuentan la anécdota de que un día tuvo que reunir a los vecinos para un mitin o algo parecido, cosa para lo que no estaba preparado, dicen que fue en el balcón del antiguo bar del "Cortito" en la Calle Constitución.

El balcón se elevaba algo del suelo, y allí asomado junto a un cabo del guardia civil llamado Mera, solo pudo balbucear a la parroquia la siguiente frase! "... Y ahora que estáis todos, aquí el cabo Mera les va a decir un "puñao de cosas"!, con lo que se alejó, dejándole al guardia civil que fuera él quién arengara a los vecinos.

Fue "porquero", analfabeto, pero con una gran intuición para los negocios, de ahí que poco a poco y fruto de su tenacidad se hizo propietario de su propia cabaña de animales, que alimentaba en terrenos que arrendó a diferentes propietarios.

Yo contaba con unos doce años y era el encargado de llevarle la contabilidad en un libro grande donde anotaba todo lo relacionado con sus negocios y que por aquel tiempo compartía con un socio de Algeciras, farmacéutico, que se llamaba D. Antonio.

Recuerdo que mensualmente tenía que pasar en un folio más grande que los que hay ahora, que era cuadriculado y que casi siempre lo partía en dos porque sobraba la mitad.

Mi abuelo solamente firmaba el libro y el folio con una letra temblorosa de la que apenas se distinguía su nombre.

A mi edad y en aquellos tiempos, no disponía de dinero, por lo que esperaba aquella ocasión como agua de mayo, ya que me daba "un duro", es decir cinco pesetas, para echar la carta al correo, el sello costaba una cincuenta y  con las tres cincuenta restante tenía justo para ir al cine.

Llevaba arrendadas las tierras de lo que es hoy el cortijo de Rafael Jiménez, frente al Puerto de Facinas, a aquello le llamábamos " La Choza ".

Iba montado en un "burro padre" tan grande como un caballo y enjaezado como tal, cada día al atardecer volvía  majestuoso sobre  el enorme pollino, teniendo la parada en la plazoleta que hay detrás del Casino (hoy El Candil), lugar donde se reunía con los contertulios para jugar al dominó, realizar algunos tratos o simplemente charlar.

Yo le esperaba cada tarde con el bastón y la linterna, entonces no había alumbrado público y la necesitaba para regresar a la casa, recibía un " hola Chanito",  y me entregaba las riendas del burro que yo  llevaba andando porque no alcanzaba a subirme, hasta la cuadra unas calles mas abajo.

Una noche, al bajar le dio un ataque de algo que luego supe sería del corazón. Estuvo un tiempo enfermo, recuerdo de ir con mi tío Pepe a Algeciras por una botella grande de oxígeno que al final fue inútil.

Mi abuela, su mujer, se llamaba Isabel Castro Moya.

Tuvo seis hijos. Mi madre, Josefa,  Francisco (Curro Cabeza), Antonio, que murió joven,  padre de mis primos "Cabecita"  " El rubio Cabeza y María la de Juan Cuesta.

También murieron las hijas Juana y Luisa, ambas con menos de veinte años, de tuberculosis. La más chica, mi tía Isabel se casó con mi tío Pepe Álvarez, hermano de mi padre y vive en Tarifa.

Quede pues relatado que Antonio Cabeza Ruiz, mi abuelo materno, fue alcalde de Facinas, porquero, sufrido padre de familia, del que a pesar de la distancia que nos impone el tiempo, me siento orgulloso.

Sebastián Álvarez Cabeza